“…seguir midiendo por el PIB per cápita, ¡por favor, esto es totalmente inadecuado intelectualmente! no tiene nada que ver con el mundo actual…” Manuel Castells 2019
Vivimos, sin duda, en tiempos confusos. Lo que no sería tan sorprendente si pudiéramos ver las cosas como son en lugar de como nos gustaría que fueran, pero incluso cuando intentamos ser pragmáticos nos encontramos con que es virtualmente imposible ver las cosas cien por ciento como son y peor aun, debajo de nuestro juicio sobre “quién” o “qué está mal en el mundo”, se confunden los hechos con toneladas de dogmas e invenciones ideológicas que muy pocas veces nos detenemos a cuestionar.
Entre memes, fake news y noticias apocalípticas, tendemos a atrincherarnos en las “viejas y confiables” certezas, como por ejemplo el “laissez faire” del capitalismo a la Smith, o el más radical “there is no alternative” de Thatcher, frases que muchas veces no pasan de ser palabras, signos y sonidos que acuñan pensamientos que compartimos o combatimos a partir de simples predilecciones y repulsiones ante los cuales los hechos vienen a cada rato a solicitar excepciones.
Reconozcamos que son pocos los momentos históricos en que las cosas han estado claras (quizás en la Edad Media o 15 minutos antes del 18 de octubre para una parte de Chile). Sin embargo, estacionados ante los eventos que se vienen produciendo a través del mundo, desde Greta Thumberg hasta el “Estallido Social” de octubre en Chile, pasando por el regreso del peronismo kirchnerista a Argentina y las revueltas en Hong Kong, el Líbano, Francia, Ecuador o Barcelona, cabe preguntarse…
¿Estamos en la presencia de la agonía del capitalismo?… y sea así o no ¿de qué lado debieran estar las compañías y sus marcas?
Es elocuente que multimillonarios como Gates y Warren Buffet crean que para seguir generando riqueza de manera justa y sostenible, es necesario reinventar el capitalismo. En el libro Re-Imagining Capitalism (una colaboración entre la Schulich School of Business y la consultora McKinsey & Company), encontramos diversos conceptos que debieran hacernos repensar la idea de creación de valor económico y sus paradigmas asociados:
- El cambio es un deber
«hacer negocios como de costumbre», en el más amplio sentido, ya no es una opción.
- Somos el planeta que habitamos
El cambio climático o el abastecimiento de agua ya no son dominio exclusivo de gobiernos, la ONU o alguna ONG, sino que se han convertido en tema de directorio para las empresas.
- Capitalismo para los stakeholders
El mundo está empujando por un modelo de capitalismo responsable, equitativo y sostenible para generar valor de largo plazo.
Desde el mismo corazón de la economía nos están diciendo que el capitalismo debe evolucionar de una economía para y por los inversionistas (la quarterly economy) hacia un enfoque en la creación de valor a largo plazo que abarque un conjunto más amplio de partes interesadas (una stakeholder economy). De hecho, el Manifiesto de Davos 2020 apunta en la misma dirección, definiendo a las empresas como unidades que atienden necesidades y aspiraciones de la sociedad en conjunto, y como grupos que -con gobiernos y comunidades- están al servicio de un mismo futuro global.
En la misma línea, es sugerente que el sociólogo y economista catalán Manuel Castells, ante las manifestaciones antisistema en el mundo, haya declarado que la reivindicación transversal a todas estas protestas es la demanda por “dignidad”, llamándonos a prestar atención al Nóbel de economía Amartya Sen, quien postula que debemos considerar la dignidad como medida del crecimiento de las naciones, según señaló Castells en su presentación ante la CEP: “la dignidad implica salud, igualdad social, lucha contra la pobreza. La dignidad no se come, pero sin la dignidad te indigestas. Y esto no lo dice (solo) Amartya Sen, lo dicen millones de personas movilizadas en todo el mundo.”
Estamos ante un escenario complejo y por demás fascinante… ¿cuántas veces tenemos la posibilidad de intervenir positivamente en el futuro de la vida en el planeta que habitamos? La evidencia muestra que la sociedad, en particular las nuevas generaciones, ya no quiere mirarse en el espejo del consumo aspiracional, sino en el de una dignidad compartida en el que las empresas, instituciones y marcas que se pongan de parte del planeta en su conjunto y contribuyan a un futuro digno y sustentable, tendrán permiso para participar en los cambios.
Por eso, creemos que el problema no ha sido el capitalismo en sí, sino más bien el cortoplacismo inherente a la economía neoliberal y su fe dogmática en la “destrucción creativa” y la “economía por goteo”, que ha ido dejando demasiados heridos que deberían ser aliados y hoy se han convertido en enemigos. Los daños colaterales de esta economía solo al servicio de la economía, los seguiremos viviendo hasta que las imparables fuerzas del mercado sean canalizadas para devolver algo de dignidad a las personas y protección a nuestro medio ambiente. Como dijo el autor Niall Ferguson a los mismos Mckinsey, para estar de pie ante las crisis inminentes a todo sistema social “no debemos ser el villano de la obra”.
Álvaro Javier Magaña